“¿Para qué sirven las manos de la madre?, ¿Para acariciar, cuidar, acoger, según sostienen las interpretaciones canónicas, o más bien para salvar al hijo del abismo de la falta de sentido?” MASSIMO RECALCATI.
La madre es un ser esencial e insustituible, siempre entre una compleja figura de múltiples facetas, en las que está en todas, como ahora en los recuerdos de alguien quien la vio como la mujer de acero, la mujer leona, la mujer milagro, o simplemente la mujer de lágrimas inagotables pero que jamás se resbaló en su llanto ni mucho menos cayó, por el amor a sus hijos; aunque algunos también podrán hablar de una madre narcisista, que habla de la adopción de la vida, pero poniendo siempre como ejemplo la propia, entre espejos, maquillajes y falsedad. Mucho se puede decir de ellas, pero, quien puede hablar, escribir, dibujar o simplemente definir ¡a una madre verdadera!, ¡de una madre real, no ideal! ¡Aquella cuyos mil rostros representen en realidad uno solo, que el hijo pueda reconocer, calificar y admirar! ¡Aquella que no se olvide nunca, a pesar de los juicios y calificativos de una sociedad perfecta cuyos cancerosos tumores solo serán utilizados para destruir e intentar ocultar lo que ellos mismos realizan con mejor o peor intensidad!
Solo quien ha hecho un viaje por la maternidad, enarbolando el dolor como entrega sublime, y el amor como el más grande valor que enfrenta a la muerte con valentía y a la vida con el coraje de esa decisión, que solamente puede hacer única, una madre. Aunque también en el recorrido se deja escuchar aquello de “madres egocéntricas”, “hipercríticas”, nada “autocríticas”, que deambulan como madres inexistentes en estas realidades afectivas llenas de complejidad, que buscan una respuesta, en esa corta y mágica palabra, que hace rebotar entre paredes de acero, una verdad que pudiera ser aceptada y aplaudida por todos. En algún momento se ha escuchado entre vientos que “cada cual habla de la feria, de acuerdo a como le haya ido en ella”, ¿entonces esto tendrá alguna reflexión de donde pudiera surgir una posible respuesta? ¿Se podrá decir “dime quien es tu madre y te diré quién eres?” Hurgar en la memoria es un ejercicio plano que no es muy común entre la gente, sin embargo, en algún momento se escucharon chascarrillos o cuentos como el siguiente: Un maestro deja como tarea escolar la utilización del término “MADRE SOLO HAY UNA”, en un escrito personal y para dar como regalo a sus madres en su día; escritos hermosos y llenos de amor fueron leídos con emoción por el maestro, hasta que se topó de frente con uno que a la letra decía, “Se reunieron los vecinos en la casa, como regularmente sucedía y siempre habían las más variadas viandas, licores y cervezas, se cantó, se comió, se bebió y ya entrada la tarde, cuando la mayoría ya platicaba a gritos y otros estaban adormilados, de repente escucho la voz de mi madre que me ordena, hijo trae unas cervezas del congelador, a lo cual yo ni tardo ni perezoso obedecí, más cuan grande sería la sorpresa que me hiciera gritar para ser escuchado por todos ¡MADRE!, ¡SOLO HAY UNA!”
Tal vez hubo un encasillamiento generacional, de abnegación, crianza, educación, sojuzgamiento, que hoy en día se va rompiendo ya que no existe el diez de diez, o sea, ahora tres de cada diez madres son jefas de familia, y los siete restantes se desarrollan como profesionales en algún ámbito, y aunque esto aún no es fácil en México, sí se va haciendo notorio y le va dando forma a otras ideas y otros conceptos para la definición de mamá; los esquemas del siglo XX se vienen derrumbando en el siglo XXI, en donde las madres buscan su autonomía y los hijos enarbolan sus derechos para romper con la antigua concepción autoritaria las primeras, y los segundos con la obediencia ciega y la permisividad para buscar volverse los verdaderos amos de su espacio. Escribiría y escribiría pero jamás encontraría el concepto coincidente de, LA MADRE!