No se trata de buscar culpables ni de hacer inocentes que no se tienen la culpa de que siempre salgan beneficiados en todas las reparticiones, en todos los movimientos políticos habidos y por haber en este hermoso municipio de Dios, en que antes se respiraba paz celestial y ahora el olor a azufre se impregna por todos lados. Qué es lo que se tiene que hacer al verse borrado de tajo a las leyes y a la misma constitución, cuando emanada de ella se establece que un cabildo debe ser representativo y democrático y emanado del pueblo, con la libertad del conocimiento de estar eligiendo o postulando a gente de reconocida trayectoria, solvencia moral y reconocimiento ciudadano.
Antes no habían salarios ostentosos ni luchas enconadas por las candidaturas, que incluso las iban a ofrecer a los domicilios mismos de los ciudadanos, convenciéndolos que aceptaran el cargo en beneficio del municipio; pero esto hay que aceptar que fue en el tiempo en que a los perros los amarraban con longaniza y no se la comían; ahora, y desde hace seis o siete ayuntamientos y candidaturas a las diputaciones, se miran los mismos nombres deambulando plácidamente de las regidurías a las direcciones diversas y es más, ya se ha ampliado tanto ese coto de poder, que ya como burla a la gente, los protagonistas del ayer siguen moviendo sus fichas, ahora para beneficiar a hijos, yernos, nueras, ahijados de “HETZ-MEEK”, u lo que sea, porque nombres, apellidos o padrinazgos, no están en tela de juicio y tienen más peso que la constitución misma.
Es que Calkiní, siendo la cuna del conocimiento, no tiene personas preparadas en conocimientos, en responsabilidad, en compromiso hacia la colectividad y con amor a su tierra, a su familia y no solamente al dinero; es que no tienen la capacidad para escoger y estructurar, como lo mandan los cánones, su cabildo, empezando por el presidente municipal, conocido y no inventado o impuesto, con un equipo responsable en que la gente pueda confiar, y a la vez exigirle como trabajadores que son de la comunidad, de la sociedad en general. No se trata de echarle limón a la herida que se ha permitido creciera hasta convertirse en un cáncer municipal, sino se trata de recuperar el respeto, la dignidad y la grandeza de ese Calkiní que no solo se dibuja en cuadros y canciones que lo pintan como paraíso terrenal, y que eso solamente puede hacerse de manera responsable por los ciudadanos que aman su tierra y respetan sus leyes buscando con ello una convivencia armónica para todos.
La dignidad no se vende, aunque se comercie con la necesidad del pueblo; la vergüenza es la que une fuerzas que en la inteligencia buscarán las formas o las estrategias para recuperar esa grandeza en la que están involucrados grandes personajes y hasta las propias familias; la decisión es la que une con firmeza ideales y pensamientos para enfrentar y hacer de manera valiente y decidida el cambio en uno, en unos, ¡en todos! Lo que se consigue con sabiduría y se defiende con valentía ¡Se convierte en propiedad y se defiende con honor!